viernes, 21 de abril de 2017

AMORES QUE DURAN TODA UNA VIDA




Concha Mtnez. Barreto      S/T

sobre el personaje de Alicia




Juan Antonio Mañas 

                                  "Capitán Nemo" JulesVerne



          "La isla del tesoro" Robert Louis Stevenson

                               
                                
                                 "Sherlock Holmes" Arthur Conan Doyle






EL JUEGO DE LAS REPRESENTACIONES


Los personajes que habitan en las historias que leemos o que nos cuentan viven en nuestra imaginación. Su presencia puede llegar a ser tan viva como huidiza. No me refiero a su valor moral o ejemplificante, ya que entonces se alojan en nuestra razón. Me refiero a un hecho mucho más misterioso, a su naturaleza alquímica, a su poder transformador, cuando penetran en nuestra alma y pasan a formar parte de nuestro horizonte vital. Conforman nuestra persona al igual que lo hacen los lugares en los que vivimos o los seres con los que compartimos nuestra existencia. El caso más extremo es el de don Quijote, que llevaba en su majín a los héroes y heroínas de sus lecturas; llegando a verlos con sus ojos en las nubes de polvo o en el campo sin relieve de la Mancha. Aunque no puedo olvidarme de que don Quijote también es personaje de ficción: un ser imaginado que lleva en su imaginación a otros seres igualmente imaginados. Y lo que le conduce a la aventura es que esas imaginaciones suyas se le hagan vivas, adquieran realidad, se conviertan en representaciones palpables.
Y es que el deseo de que los seres de ficción adquieran visibilidad, que lleguen a existir en el plano del “ver”, es un anhelo que viene de muy antiguo. En todo momento y en todo lugar aparecen representaciones de héroes y heroínas literarios, comparten ese espacio con la cohorte de los inmortales y las figuras de los libros sagrados. Esculpidos en mármol o en piedra; en relieves o en pinturas murales; sobre tabla o sobre lienzo; en códices y libros impresos. Gilgamesh y Ulises; Perceval junto al Rey Pescador; el príncipe Genji  y Simbad; Ginebra, Isolda, Angélica, Orlando y Tancredo. Y lejos de contentarnos con su representación plástica, también hemos querido verles subidos a los escenarios, en comedias y óperas. Incluso hay autores que han aparecido representados como si fueran personajes de ficción, Dante y Virgilio surcando las procelosas aguas del Infierno. De tal modo que se ha producido y se sigue produciendo un trasvase continuado entre los múltiples planos de las representaciones.
Durante siglos los personajes se caracterizaron mediante sus atributos: Lanzalote por su armadura, la doncella por sus vestidos, el ermitaño por su hábito de estameña, el rey Artuto por su corona, Lulio por su barba y el códice. Hasta que en el paso del Antiguo Régimen al Nuevo, por dar una fecha, se afirmó un cambio significativo en el dominio de la representación plástica de los personajes literarios. Este cambio puede verse como el resultado de una curiosa coincidencia: entre una invención técnica y la ampliación del objeto literario.
El inglés Thomas Bewick renovó en el último cuarto del XVIII la técnica del grabado sobre madera. El grabado pasó a labrarse con el buril sobre una madera dura, en relieve, al igual como están en relieve los caracteres tipográficos, por lo que texto e imagen pudieron imprimirse juntos, abaratándose así los costes. Ello dio pie a que proliferaran las publicaciones periódicas ilustradas, y, cómo no, los libros ilustrados. El llamado libro romántico estuvo al alcance de un amplio espectro de bolsillos; donde antes por un precio elevado se tenía un libro con alguna decena de ilustraciones, se pasó a un volumen que por un precio ajustado ofrecía centenares de imágenes.
Este fenómeno editorial vino a coincidir con otro de carácter literario: la descripción comenzó a alcanzar una amplitud hasta entonces insospechada. Los escritores pasaron a ocuparse de multitud de objetos, de tipos y de individuos. A caracterizarlos hasta en sus mínimos detalles. La novela se estaba convirtiendo en ese saco rato en el que cabe casi de todo. Esta riqueza de detalles supuso una fuente de inspiración para los dibujantes. Hubo editor que concibió el libro como una unidad indisoluble de texto e imagen. Es el caso de Hetzel con el ciclo de los Viajes extraordinarios de Verne. Y no tan sólo el editor, también el escritor. Balzac ejerció un férreo control sobre la plasmación plástica de sus personajes en la edición prínceps de la Comedia humana. Apasionado por la fisiognomía, quería que el dibujo de los personajes respondiera a sus descripciones, que el lector pasase a verlos, como quien dice, en carne y hueso sobre el papel.
De esta tendencia, de esta pasión por el libro ilustrado, surgió una auténtica galería de retratos de personajes literarios. Algunas de estas imágenes han quedado indisolublemente unidas al personaje; y difícilmente podemos representárnoslo de otro modo. Mr. Pickwick, tal como lo plasmó Robert Seymour; el Caballero de la Triste Figura y su escudero; Alicia; el profesor Lidenbrook del Viaje al centro de la Tierra, cuya inconfundible figura Paul Delvaux incorporó a sus pinturas.
        La dependencia inicial por la que el artista tenía que ajustarse al texto se ha ido diluyendo; por efectos del paso del tiempo que cambia los modos de hacer, y porque algunos ilustradores abrieron la vía de una interpretación personal. Casi diría que ahora lo que le pedimos al artista es que nos sorprenda, que dé paso libre a su imaginación, incluso cuando sus imágenes se dan junto al texto. Esperamos que nos proporcione una perspectiva insospechada de la obra y de sus personajes, que venga a enriquecer nuestra experiencia de la lectura. Y, mucho más, cuando héroes y heroínas aparecen plasmados fuera de las páginas que les dieron vida.
Es por ello que se ha despertado nuestra curiosidad por la presente exposición. Nos preguntamos qué personajes habrá escogido cada uno de los artistas convocados, cuáles habrán sido sus amores de toda una vida. ¿Coincidirán con alguno de los nuestros? ¿Despertarán nuestro interés por algún personaje que teníamos medio olvidado? ¿Y qué tratamiento les dispensarán? En qué medida enriquecerán nuestra propia vivencia, qué sorpresa nos depararán sus representaciones, cómo vendrán a colmar nuestras expectativas.


Vicente Ferrán Martinell

                                                 
                                                 Brigitte Szenzci                   
              

                 "Alicia en el país de las Maravillas"  Lewis Caroll
                                            
                
                                                                 




                       
                                                         "Maria Antonieta" Stephen Zweig


de la película "El hombre invisible"


De estos personajes sabemos mucho o muy poco. La fluidez de sus historias se basa en que no se sienten observados. Para acercarnos debemos estar en igualdad de condiciones; mirar los mismos paisajes, vestir como ellos, compartir sus pasiones...

Las afinidades no se limitan a la condición de los protagonistas que a veces hacen que nos sintamos incapaces de percibir su realidad sino que intentamos anhelar sus deseos, participar de sus vidas.  En eso está su  hermosura y su grandeza, en la simbiosis de la perpetua fusión de la ilusión y la realidad que puede conseguir hacer a un personaje que amamos tan dramático o cómico como poético.


Palabras de otros idiomas, de otros siglos, que perviven en el tiempo igual que si de una conversación se tratase, así es la forma más sencilla del diálogo, cualquiera de los relatos cotidianos de nuestra existencia se pueden convertir en la elección del protagonista de nuestra novela y sentirnos apresados en amores que duran toda una vida. 
                                                                                    G. de S.


                                                         

                                                 Dis Berlín
                                                                        
                                        "La Regenta"  Leopoldo Alas "Clarín"


                                               
                       
  "Tess d´Uberville" Thomas Hardy




Andrea Santolaya


"Sonetos Completos"  Antero de Quental




Serzo

                          " El Alturscado "


                                                                           "El reposo de Aaron"



                                         "Aaron"



               

 Luis Rodriguez-Vigil

     "La hija de Vinteuil"   En busca del tiempo perdido Marcel Proust







       

 Ana Juan

"Carta a una señorita en París" Julio Cortázar












                                                                                                                                                                                     
                                                                  Noel Vanososte


                                                    "Batman y Robin"   Bob Kane y Bill Finger



                                                               
                                                                          Oscar Seco

                                    "Ave Fénix" El libro de los seres imaginarios George L.Borges



                                               Carlos García-Alix

                  El Dr. Bardamu "Viaje al fin de la noche" L.F. Celine




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